‘La subestación La Loma, del GEB, más que un vecino es un hermano’

Miercoles, 10 de Marzo de 2021

Desde el patio trasero de la casa de Eufrosina Vega se ve el nuevo vecino que llegó, en 2019, a la hirviente población de La Loma de Calenturas, un corregimiento de El Paso (Cesar) que mejor no pudo haber sido bautizado.

Eufrosina, profesora y dinámica líder comunal del corregimiento, se levanta todos los días muy temprano, cuando la temperatura no ha empezado a abrasar al pueblo, y va al patio de tierra ocre para ponerles hojas a los morrocoyos que trajo hace años para comerse algún día pero después no tuvo corazón para ello, pasa al corral de los pollos y los patos y les reparte maíz y purina, y después se sienta en el taburete debajo del quiosco de ramas de palma amarga, para tomarse a sorbos lentos un pocillo de café.

“Esa que ve ahí –dice señalando primero con la boca y después con la mano derecha– es nuestro gran vecino, pero más que eso es un hermano, un familiar que se preocupa por nosotros, que le duele lo que nos pase a todos los lomeros”.

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Lo que señala Eufrosina es la subestación La Loma a 500 kilovoltios (kV) un complejo de alta ingeniería que Transmisión del GEB construyó para integrar al Sistema Interconectado Nacional (SIN) la energía renovable que producirán los parques eólicos que se construyen en La Guajira.

La subestación ya presta un gran servicio a la comunidad de La Loma y de otros poblados cercanos, a los que se les iba frecuentemente el servicio de energía: en las instalaciones del complejo, Transmisión adaptó, junto con el distribuidor local de energía, un transformador que mejoró la seguridad y continuidad del fluido eléctrico a las casas y negocios de la región, a pesar de que esta operación no era un objeto inicial del contrato.

“La llegada del GEB con su subestación claro que nos cambió la vida, pues además de mejorarse el servicio de energía, generó trabajo, le dio más actividad a los negocios para que no dependan de las minas de carbón y nos ha ayudado con iniciativas educativas, culturales y comunitarias. Por eso yo le digo periodista, le insisto, más que un vecino, el Grupo y su subestación son unos hermanos”, sostiene Eufrosina.

Esas son las razones, agrega, por las que la subestación La Loma, con sus torres y cables, es factor de bienestar y de progreso. Para nada, añade, convivir con toda la moderna infraestructura de Transmisión ha sido un problema.

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Y si lo dice ella hay que creerle, pues la subestación está a unos 400 metros de la cerca de su patio, atravesando parte del lote de Néstor ‘el Mono’ Rosado Urrea, un ganadero de la región. En varias ocasiones ella y las personas que viven en su casa deben salir a escudriñar en ese terreno las gallinas, los gallos o los patos que se extravían en sus caminatas antes de que se encuentren con un lobo pollero.

“Para nada nos causa molestias la subestación a las personas o a los animales – apunta Eufrosina–. ‘El Mono’, por ejemplo, sigue con sus mismas reses, produciendo leche y acá nadie se ha enfermado, como decían, porque esté la subestación o una torre de vecinas. Eso es puro cuento”.

Rosado, o ‘el Mono’ como prefiere que lo llamen, confirma lo que dice su vecina. Asegura que está sacando la misma leche desde antes de que se construyera la subestación y que ni un ternero se le ha enfermado por cuenta del complejo de ingeniería eléctrica.

“Hemos tenido algunos problemas pequeños, como que se dañó un canal por la entrada de equipos, pero todo se soluciona”, dice ‘el Mono’ y cierra con una frase que se debería aplicar en todos los renglones de las relaciones humanas: “lo importante de esto es trabajar en comunidad, si ellos necesitan algo de mí yo se los doy y cuando pasa al revés, el GEB me lo ha dado”.

Sí. Transmisión del GEB es un buen vecino y con buena energía.