En Guayabetal todos están como un lulo

Miercoles, 10 de Marzo de 2021

Los Castro Baquero están a punto de cumplir 27 años de convivir con dos torres y un tramo de la línea de transmisión de energía eléctrica que conecta las subestaciones Guavio, en Ubalá (Cundinamarca), con la Circo, en Bogotá.

Los seis hermanos habitan en la finca El Espino, un predio familiar en la vereda San Miguel, ubicada en una de las montañas adornadas con cultivos de lulo, café, arveja, frijol y granadilla que rodean a Guayabetal (Cundinamarca); hasta allí solo se puede llegar en una ascendente caminata de penitente que ablanda las piernas, seca la boca y agita el pecho. Desde el predio se ven, como si fuera un pedazo de hoja cuadriculada, las edificaciones que componen el pequeño casco urbano de esta población.

Parte de esas montañas son surcadas por un tramo de la línea de transmisión Corredor Sur Guavio – Reforma Tunal a 230 kilovoltios, que se puso en operación en 1994 para transmitir a Bogotá y el Meta la energía generada por la represa del Guavio y satisfacer la creciente demanda de estas regiones.

Los hermanos Castro Baquero vieron el montaje de torres y cables que hizo la entonces Empresa de Energía de Bogotá –hoy Transmisión del Grupo Energía Bogotá (GEB)– y desde entonces han convivido con esa infraestructura de energía eléctrica.

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“Nunca nos ha causado ningún problema. Todos los ocho hermanos –dos viven en otras poblaciones de Cundinamarca– vimos cómo las hacían y se convirtieron en algo normal que uno ve todos los días; nunca ha afectado a una vaca o los cultivos. Desde que usted siga las recomendaciones que le dan a uno los de la ‘Energía de Bogotá’, nada pasa”, cuenta Hernando, de 60 años, el mayor de los hermanos, y quien aclara que solo durante un tiempo se fueron de la finca, por la presencia permanente de la guerrilla y su acoso.

Se acuerda con precisión de notario de las veces que volaron torres en otros lados de Guayabetal. “Una vez incluso –agrega Hernando– encontramos dinamita en las patas de la torre 181, una de las que queda en la finca de nosotros, y le avisamos al Ejército, para evitar un daño de esos tremendos. Nos fuimos, pero volvimos cuando la situación se calmó y ya había más autoridad en la zona”.

Y, dicen, no se irán. Todos los hermanos coinciden en que ‘El Espino’ lo tienen clavado en el corazón, pues se trata del legado de sus padres. Tan es así que acordaron distribuirse la tierra y que cada uno, con el apoyo de los demás, construya su casa y empiece a producir la tierra que, aseguran, es lo que mejor saben hacer.

Luis Eduardo, uno de los hermanos, cuenta que probó suerte en Bogotá unos años, pero se devolvió jalado por el amor a la tierra, porque la extrañaba, incluyendo, cuenta sonriendo, a las torres 180 y 181. Vivir cerca de las torres y los cables de alta tensión, subraya, no lo afecta a él y a sus hermanos y familias en nada.

“Al ganado no le pasa nada que cruce por debajo de los cables o esté cerca de la torre. A los cultivos menos: mire esos de frijol de la finca vecina y por arriba pasa la línea y están verdecitos. Ya la cosecha va a salir y como siempre, será de primera”, apunta Luis Eduardo.

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La línea Corredor Sur Guavio – Reforma Tunal a 230 kilovoltios, con la que conviven tranquilamente hace casi tres décadas los Castro Baquero, hace parte de la Región Centro de Transmisión del GEB, una de las cuatro en las que ha distribuido sus operaciones en Colombia.

Este es tan solo un ejemplo de la buena y adecuada convivencia con la infraestructura de transmisión eléctrica que tienen los activos y proyectos de la compañía con los ecosistemas y las personas de su área de influencia.

Aquí, como en todo el país, la infraestructura de Transmisión del GEB se ha convertido en un corredor verde por donde transitan especies de fauna y flora, que, dicen algunos en el pequeño pueblo, también se ven más desde que la guerrilla se fue tras la firma del acuerdo de paz.

 “Acá están los mismos animalitos que nosotros veíamos de pequeños y desde antes que estuvieran las torres y los cables. Incluso algunos vecinos vemos que ahora hay más pajaritos y hasta ardillas. Por las líneas de transmisión ninguna persona se ha enfermado y los cultivos no se afectan, porque se dan muy buenos. Nunca hemos recibido una sola queja por daños de las torres en la Junta de Acción Comunal”, afirma Rosa Ladino, la presidenta de esa organización de la vereda San Miguel, quien además tiene cultivos de café y lulo.

“Todos estamos así, como un lulo”, concluye con una carcajada de vendaval que espanta a los pájaros que se acercan a los cultivos de la fruta que tienen como techo las líneas de transmisión.