El duende del Barbas Bremen convive con torres y cables

Miercoles, 10 de Marzo de 2021

Ni siquiera el duende guardián del Distrito de Conservación de Suelos Barbas Bremen y sus alrededores se ha espantado con las torres y los cables de la línea Armenia a 230 kilovoltios (kV) que surcan por esta zona del Eje Cafetero.

Por el contrario, cuenta Norvey Betancur, sigue más activo. A mediados de noviembre de 2020 un biólogo que hace frecuentes monitoreos para el Grupo Energía Bogotá (GEB) –propietaria y operadora de esa línea de transmisión de energía eléctrica– en la vereda La Julia, de Filandia (Quindío), se encontró en medio del bosque con un anciano a quien le preguntó el camino más rápido para salir a una quebrada.

Tras seguir las indicaciones del campesino y caminar cerca de una hora notó que siempre llegaba al mismo punto y nada de la quebrada. Providencialmente se topó con un baquiano a quien le contó cómo se perdió. El hombre, persignándose, le dijo que allí no vivía nadie con esa descripción. “Ese era el duende que lo estaba tratando de embolatar con sus travesuras, porque usted se está alejando de su destino, que es para el otro lado”, le dijo y lo llevó hasta la casa más próxima.

Betancur, conocido en la región como ‘Chatarra’, afirma que el duende no tiene razón para irse, como tampoco los pájaros, los micos aulladores, la fertilidad de las tierras y la tranquilidad de la que siempre han gozado.

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“Es que acá todo sigue igual desde 2018 que instalaron las torres y los cables. Estamos los mismos de siempre y bien: personas, el duende, animalitos y árboles; no ha pasado nada, como algunos decían y por lo que al principio nos oponíamos: que las matas y los bosques se iban a secar junto con el río, que los pájaros no volvían, que uno ni podía dormir y que las vacas iban a dar menos leche”, afirma Betancur, quien lleva 40 años viviendo en la zona, los últimos 20 cuidando un predio de un familiar.

La finca que Betancur, de 48 años, cuida es Villa Nicol, una extensión de 12 hectáreas por la que pasa la línea de transmisión Armenia. Incluso, al lado de uno de los potreros principales y a unos 100 metros de la casa, se instaló la torre 40, que vigilar desde el terraplén el Barbas Bremen.

Los 38 kilómetros de cables de alta tensión y las 78 torres de la línea Armenia fueron construidos por Transmisión del Grupo Energía Bogotá (GEB) para mejorar la confiabilidad del servicio en el Eje Cafetero.

“Todo sigue normal. Uno puede vivir al lado de los cables y de la torre; ella ni se siente para nada, el ganado permanece al lado de ella y no lo ha afectado, también la producción de leche es la misma”, cuenta Betancur con su hablado paisa de vendaval.

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Él vivió en Villa Nicol hasta finales de 2019, cuando arrendó la finca a Dorancé Díaz, un pequeño productor de leche quien vio en los pastos, la ubicación, el clima templado y la tranquilidad, el mejor lugar para llevar su pequeño hato, radicar su actividad productiva y vivir allí.

El precio del arriendo, coinciden ‘Chatarra’ –como prefiere Betancur que lo llamen– y Díaz, no se afectó por el paso de las líneas y la presencia de la torre.

“Es que problema no hay ninguno y estoy pagando lo justo, lo mismo que si no hubiera torre o la línea. No me perjudican en nada, es más, las torres y los cables terminan haciendo parte del paisaje pues uno ya ni se da cuenta que existen”, sostiene Díaz, quien hace unos seis años tuvo su lechería en otro predio de Filandia donde también había infraestructura eléctrica.

Tan parte del paisaje cafetero como el duende, refuerza Betancur: “Jura’ito que ese anda por ahí: se disfraza de niño, de viejito, de señora… es muy berriondo pa’ embolata’lo a uno”.