Construyendo familia al lado de la torre 35

Miercoles, 10 de Marzo de 2021

La torre 35 de la línea Corredor Sur Guavio – Reforma Tunal a 230 kilovoltios es para los Molina Fandiño como parte de la familia.

Así lo asegura Ligia Fandiño Morales, porque desde 1995, cuando decidió junto con su esposo, Arcesio Molina, construir un hogar y la casa familiar en la vereda La Antioqueñita, de Mesitas del Colegio (Cundinamarca), esa torre ha estado allí, en el terreno contiguo al de ellos, a unos 80 metros de su casa.

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Su familia, recalca, se forjó con esa estructura como testigo. La torre es uno de los soportes de esa línea de Transmisión del Grupo Energía Bogotá (GEB), clave para asegurar el suministro de energía eléctrica de Bogotá y el Meta.

Ligia y Arcesio llegaron a ese lote luego de que la madre de Molina repartió entre sus 12 hijos la finca familiar de 2 fanegadas y media. La pareja, después de hablarlo rápidamente, decidió que en la herencia que le correspondió a él, construirían la casa para seguir edificando allí su hogar.

“Cuando llegamos, la torre la habían acabado de construir como un año atrás. El terreno era un potrero grande donde el ganado pastaba y caminaba por debajo de los cables e incluso dormía ahí y nunca pasó nada. Hace unos poquitos años el nuevo dueño sembró café y plátano y todo sigue igual, nunca pasó ni medio accidente. Mire cómo están de verdecitas esas matas”, cuenta Ligia, de 64 años.

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“Verdaderamente”, subraya, nada la ha enfermado a ella o a su familia ni a sus pequeños sembrados ni a las gallinas ni a los perros guardianes que todo el día se pasean por su casa y el lote vecino, donde está la torre.

“Los únicos dolores de cabeza que me dan acá me los da Arcesio”, ríe doña Ligia. “Con las torres y cables no pasa nada, no le dan problema a uno”.

Sin acabar de sonreír por las ocurrencias de su esposa, Arcesio invita a dejar el café endulzado con panela para recorrer sus pequeñas plantaciones, que cuida con el mismo esmero que el que le pone al de los sembrados donde trabaja ocasionalmente para rebuscarse la vida.

“Todo esto –dice con orgullo– es lo mío. Acá tengo mi café y mi plátano cerca a la torre y debajo de los cables y nada me ha pasado a mí o a mi mujer o mis hijos, ni mis matas se me queman; todo está sano, todo está lindo, nada pasa, no tengo absolutamente nada que quejarme y las maticas están verdecitas”.

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Sí, muy verdes y bonitas, tanto que le dan un colorido especial a la casa de los Molina Fandiño, que ellos mismos afirman, no han podido terminar. Comenzaron con dos piezas en las que se apretujaban con los cinco hijos y después, gracias a un programa social de la Alcaldía de Mesitas del Colegio, construyeron otra. Con el apoyo de algunos vecinos y de la Iglesia Cuadrangular le van mejorando cosas a la edificación.

Los hijos fueron creciendo y formando sus propios hogares en otras zonas del municipio. Hoy solo viven en la casa familiar la pareja de esposos, uno de los hijos y un hermano de Ligia.

“Acá hemos vivido en paz, hemos vivido bien y hasta la presente estamos bien”, asegura Ligia. “¿Quiere otro cafecito con galletas periodista? Mire que es endulzado con panela y eso en Bogotá no se ve”.