La hazaña del páramo

Miercoles, 10 de Noviembre de 2021

En la zona del Páramo del Meridiano, en Huila, Transmisión del Grupo Energía Bogotá construyó e instaló una de las torres a más altura sobre el nivel del mar que existe en los proyectos de transmisión de energía en Colombia: la 263 del proyecto Tesalia – Alférez, a 4.123 msnm. Así lo hicieron.

Es un frío intenso que va entumeciendo las extremidades hasta paralizarlas. Casi que de forma simultánea empieza un dolor que parte de la punta de los dedos de las manos y de los pies y va circulando por todo el cuerpo, como si la sangre se volviera una masa densa que se desliza lenta y apretadamente por las venas, mientras centenares de diminutas agujas de agua y viento atraviesan la ropa y se van clavando, inmisericordes, en la carne.

“Uno siente como si le estuvieran arrancando las uñas”, asegura Carlos Ordóñez para describir cómo fue armar la torre 263 del proyecto de transmisión de energía eléctrica Tesalia – Alférez, situada a 4.123 metros sobre el nivel del mar (msnm), la del punto a más altura que tiene el Grupo Energía Bogotá (GEB) en Colombia.

Ordóñez, 25 años, trigueño, corpulento y con el indomable acento de los nacidos en el departamento de Nariño, es uno de los linieros que instaló esa torre en la zona del Páramo del Meridiano, una obra de arte de la naturaleza con picos montañosos, centenares de hilos de agua y decenas de tonalidades de verdes, azules y grises enclavada en el corregimiento de Herrera, en Rioblanco (Tolima).

En la zona del Páramo del  Meridiano, o We’pe Wala (casa grande), como lo llama el pueblo indígena nasa que habita en la zona, Transmisión del GEB levantó en el primer semestre de este año 27 torres –entre la 249 y la 275 (siete de ellas por encima de los 4.000 msnm)– y tendió los cables de este proyecto, que comprende en total, la construcción de 200,8 kilómetros de línea con 410 torres para unir las subestaciones Tesalia, en el Huila, con la Alférez, en el Valle del Cauca; estos dos departamentos, junto con Tolima, son los directos beneficiados con esta iniciativa, que les garantizará la confiabilidad y seguridad del servicio público de energía eléctrica a todos sus habitantes.

El tramo del Páramo es, sin duda alguna, el más complicado del proyecto. Allí, los colaboradores del GEB y sus contratistas dieran muestra, una vez más, de su excelencia operacional y desempeño superior para culminar su construcción. Actualmente el avance de toda la obra, que empezó en 2017, es de 91 por ciento y se hacen trabajos en Santa María (Huila) y Rioblanco (Tolima). Se estima que Tesalia – Alférez entre en operación el primer semestre de 2022.

Carlos Ordóñez coincide en lo dificultoso del proyecto en la zona de Herrera:  afirma que ha sido la prueba más dura que ha tenido en sus cinco años como liniero –como se les dice a quienes se dedican a tender las redes de alta tensión– y más porque para que el trabajo pudiera avanzar y evitar los largos y duros desplazamientos diarios entre la base y los sitios de obra, se adecuó un campamento en la parte alta, donde el personal pernoctaba durante semanas.

Allí debían dormir con temperaturas que alcanzaban en las noches hasta los 2 grados Celsius, lluvias casi perennes y vientos furiosos y gélidos que amenazaban con arrancar lo que encontraran a su paso. “La altura, el frío, la humedad, el lodo y las largas caminatas fueron las dificultades más grandes para instalar esas 27 torres. Había días en que uno amanecía con ganas de irse para la casa, pero cogíamos fuerza con los compañeros y le hicimos hasta que las instalamos todas. Es que los nariñenses somos gente berraca oiga”, apunta Ordóñez.

La construcción de los pilotes y bases de las torres y su armado fueron complicados, además de las condiciones meteorológicas, añade Wilson Peñuela, un experimentado supervisor de obra, por el tipo de suelo, lo quebrado del terreno y los difíciles y estrechos caminos a los puntos de trabajo. Cuando estaban armando la estructura, cuenta, tocaba tener extremo cuidado con las herramientas y con las partes de la estructura, para que no cayeran de lo alto porque muy seguramente se encontrarían a decenas de metros, en las profundas pendientes.

Una torre como las que se instalaron en este tramo, explica Peñuela, normalmente se arma en tres días en otras alturas y terrenos, pero acá la complejidad hizo que se tomaran hasta dos semanas en cada una. Otro tanto sucedió con los cables por los que circulará la energía eléctrica a 230 mil voltios, pues mientras los tendían el viento los meneaba como si fueran cabellos en medio de un huracán.

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“Tesalia – Alférez es un proyecto de transmisión de energía eléctrica atípico y mucho más en esta zona de páramo”, afirma Carlos Garzón Malagón, ingeniero de la Gerencia de Líneas de Transmisión. “Los caminos a los sitios de torre son largos y complicados, y más cuando llueve, el frío, la altura hace pesado respirar, no hay vías para transportar elementos, a lo que se suma los extremos cuidados que debimos tener en este tramo especialmente por su riqueza natural y porque esta fue una tierra que vivió durante más de 50 años el conflicto y quedan aún vestigios físicos y emocionales de la guerra”, apunta.

A lo que se refiere Garzón es que Herrera y los municipios cercanos fueron cuna de las Farc y el corredor de por los menos tres frentes de ese extinto grupo subversivo, por lo que es común encontrar por las trochas y campos, incluidos las áreas del proyecto, historias de dolor y desarraigo y residuos de material de guerra.

Para entrar a hacer los estudios, a construir las torres y tender las líneas, se debió hacer un convenio con el Ejército Nacional para hacer desminado militar y humanitario en 200 kilómetros, con el fin de liberar de estos elementos los accesos, sitios de torres, franja de servidumbre y lugares de uso temporal. Se hallaron y neutralizaron 28 artefactos explosivos; a la fecha no se han presentado afectaciones al personal de colaboradores y contratistas.

Camino largo

En realidad, llegar hasta el páramo del Meridiano no es fácil. Se parte desde Ibagué o Neiva hasta llegar a Chaparral (Tolima) en una carretera en buen estado, pero de ahí en adelante comienza una trocha en espiral de cerca de 80 kilómetros con abismos insondables, casi siempre fangosa y estrecha y con rocas que caen permanentemente.

En total, son casi ocho horas de recorrido hasta llegar al centro poblado de Herrera. De allí a los puntos de trabajo en el Páramo del Meridiano es otra peripecia: se asciende en un campero ruso Uaz, modificado para soportar la trocha, hasta el sitio conocido cono La H, que es hasta donde físicamente se puede en estos todoterreno; son cerca de 30 kilómetros (se pasa de unos 1.600 metros a 3.900 metros sobre el nivel del mar) en tres horas por empalizadas, huecos, rocas y antiguos y casi imposibles caminos reales. A partir de allí y para llegar a los sitios de obra, como el de la torre 263, hay que caminar, mínimo, 90 minutos.

Es tan difícil ascender, y mucho más con las herramientas y los materiales para efectuar los trabajos, que para hacerlo posible el proyecto debió crear y utilizar una red de teleféricos, con los que además minimizó el impacto en el ecosistema, y empleó una flota de helicópteros –una novedad en este tipo de obras en Colombia– que en 760 viajes dispuso en sitios estratégicos de las alturas 227.552 kilogramos de elementos necesarios para la obra civil.

Esperanza Rincón, coordinadora de Seguridad y Salud en el Trabajo del proyecto, quien dejó a su familia en Bogotá y se mudó a Herrera para estar pendiente de los pormenores de la obra, manifiesta que, debido a lo inclinado del terreno y los accesos escarpados y estrechos, los incidentes más recurrentes fueron las caídas a nivel, por las inclinaciones, el lodo y las piedras sueltas.

“Por el tipo de terreno, es muy difícil evitar esas caídas, pero acá no hemos tenido accidentes graves gracias a los planes que se adoptaron de acuerdo con el principal valor corporativo de la compañía, ‘Primero la vida’, como la adecuación de senderos tradicionales de la comunidad nasa y la instalación de las pasarelas ambientales, por las que el personal se traslada de forma más segura y protegiendo el medio ambiente”, afirma Rincón.

Ella habla de los cerca de 1,5 kilómetros de caminos en altura que Transmisión construyó con el resguardo indígena Las Mercedes, Cortolima y el contratista Unieles, para facilitar la movilidad de los colaboradores en la zona de páramo, una obra que si bien no estaba contemplada en el Plan de Manejo Ambiental, la compañía la hizo como parte de su compromiso con la sostenibilidad.

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De estas tareas también hacen parte el rescate y trasplante de frailejones –los reguladores hídricos de los páramos–, las compensaciones ambientales, la creación de un vivero con especies nativas y capacitaciones ambientales a la comunidad para que ayuden a conservar este hermoso rincón del mundo, dominio del oso de anteojos, la danta de montaña, el puma concolor y el venado coliblanco.

Ese trabajo conjunto con la comunidad, asevera Aldemar Garay, gerente de Tesalia – Alférez, es el que, precisamente, ha posibilitado superar las dificultades de este tramo, porque tanto la comunidad como la empresa son conscientes de la importancia del proyecto para el país y para ellos mismos. “Nuestro propósito superior es mejorar vidas con energía sostenible y eso es lo que estamos haciendo acá con diferentes acciones de valor compartido y de inversión social. En estos cinco años, solo en la zona de Herrera, hemos efectuado cerca de 10 acciones de ese tipo enmarcadas en nuestro programa ‘Energía para la paz’, con el que ayudamos a cerrar algunas brechas. Donde llega Transmisión del GEB llega el progreso”, apunta.

Alix Ulcué Albarracín, líder femenina de Herrera, y Oliver Tombé, consejero principal del resguardo nasa Las Mercedes, coinciden en que la presencia de Transmisión en la región ha sido un impulso para la paz, porque además de generar empleo y dinamizar la economía con la adquisición de bienes y servicios y la construcción de placahuellas, ha implementado programas para fortalecer el cuidado del ecosistema, la sana convivencia, la creación de espacios de paz y los emprendimientos comunales, entre otros.

Hoy las no más de 15 calles y carreras de Herrera, dicen sus habitantes, se ven y se sienten diferentes y no solo porque con la firma del acuerdo de paz con las Farc de alguna forma se abrieron al mundo, sino porque con ello llegaron empresas como Transmisión del GEB que está mejorando vidas en las comunidades.

Garzón lo dice con inocultable satisfacción: “No es fácil venir a esta zona, pero yo, así como todos los colaboradores de Transmisión del GEB, nos sentimos orgullosos de haber trabajado en este proyecto y de haber traído progreso a territorios tan alejados como Herrera. Siento que con ello estamos construyendo país y un mejor mañana para nuestros hijos”.

El significado de la presencia de Transmisión del GEB y de Tesalia – Alférez en Herrera la sintetiza en unas cortas frases Fardy Díaz, un joven ingeniero ambiental nacido en este corregimiento y a quien el proyecto le dio su primer empleo a través del contratista Unieles: “Tenerlos acá en un territorio que padeció la guerra como ningún otro nos está dando vida, vida a toda una región. Es una inyección de buena energía”.