Carmelina Trejos

15 años conviviendo con la infraestructura de transmisión eléctrica

Carmelina Trejos no sabe la razón exacta del por qué los cuyes que cría en su pequeña parcela, justo al lado de la torre 489 de la línea Interconexión con Ecuador, se ponen más gordos, como enormes bolas de dulce de algodón, que cuando lo hace en la casa familiar, en una de las montañas de la vereda Minchoy, de San Francisco, en el alto Putumayo.

A la parcela que ella llama ‘Mundo nuevo’ se llega, desde la vivienda familiar, solo tras una caminata de 40 minutos por trochas pantanosas y quebradas que demuelen las piernas de los foráneos. En el pequeño lote, coronado por una construcción de tablones de madera, Carmelina cría, además de los cuyes, dos marranos rosados y tres reses, y siembra caña, repollo, plátano, lulo, cebolla, sidra, zanahoria y chachafruto.

Carmelina, con la sonrisa franca de la gente del campo, dice, señalando la torre que pasa a unos 40 metros del ranchito donde crecen los cuyes y donde las líneas de alta tensión sirven de techo a los pequeños cultivos, que la estructura y los cables siempre han estado ahí desde que compró la parcela, en 2007. Desde entonces, ella va dos veces al día a su predio. Eso sí, solo emplea en su caminata 20 minutos por trayecto.

 

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